Muchas personas desperdician hasta siete años de su vida porque no saben que tienen una pérdida auditiva y, durante todo ese tiempo, no hacen nada para compensarla. Por esta razón es muy importante, que ante cualquier duda acerca de su capacidad auditiva, acuda a hacerse una revisión. De la misma manera que periódicamente nos revisamos la vista, también nuestros oídos merecen una exploración, sobre todo si empezamos a percibir los síntomas.
Superar el prejuicio para poder escuchar
En muchos aspectos, la vida cotidiana de las personas con pérdidas auditivas es idéntica a la de las personas con una audición normal.
El día tiene su ritmo propio, con quehaceres, citas y tareas. La diferencia es que, para las personas hipoacúsicas, el comunicarse con el resto del mundo requiere un esfuerzo adicional que genera mayor cansancio e incluso genera altos niveles de estrés. Además, hay que lidiar con los prejuicios que todavía hoy imperan en la sociedad sobre las pérdidas auditivas. Ambos aspectos hacen que el tener una pérdida auditiva sea exigente, tanto para el cuerpo como para el espíritu.